Entre las principales conclusiones del XIII Simposio Internacional sobre Control Epidemiológico de Enfermedades Transmitidas por Vectores y del I Encuentro Nacional sobre Enfermedades Olvidadas que se efectuó recientemente en Buenos Aires, se informó que están regresando males que parecían haberse erradicado hace tiempo. Al dengue y al chagas se sumaron otras como la leptospirosis, la leishmaniasis, la fiebre amarilla y la strongiloidiosis (parasitosis que se transmite a través del suelo, el agua y la comida contaminados) en distintos puntos de la Argentina y naciones vecinas.

La directora de la Fundación Mundo Sano, entidad organizadora del encuentro, afirmó que las patologías típicas rurales se están urbanizando y amenazan a poblaciones numerosas y complejas. Señaló que urge articular esfuerzos públicos y privados, de la universidad, la ciencia, la comunidad y las ONG para prevenir males cuyo impacto es notorio en la salud y en lo económico.

Respecto del rebrote de algunos de estos males, en 2008, en el XIX Congreso Argentino de Dermatología que se llevó a cabo en nuestra ciudad, se planteó la necesidad de que las políticas y el sistema de salud les brindaran mayor atención a patologías que no son masivas, pero que afectaban seriamente la vida. En esa oportunidad, los especialistas se refirieron a enfermedades como la lepra, la leishmaniasis y otras de origen genético, como la "piel de cristal", que se descama permanentemente. Son dolencias crónicas, de difícil tratamiento, que requieren medicamentos que no se consiguen en cualquier farmacia. Quienes las padecen se enfrentan con numerosos obstáculos, según dijeron los especialistas. La presidenta del comité organizativo dijo que en el ámbito mundial se registra una tendencia a replantear el modo de encarar los tratamientos para este tipo de afecciones, en particular, mediante el apoyo necesario a las investigaciones sobre sus orígenes y posibles curas. Afirmó que la lepra y la leishmaniasis son endémicas en el Noroeste Argentino y por ende, afectan a Tucumán; se las conoce como enfermedades raras, porque poco se sabe de ellas.

Por otro lado, en el Día Mundial de la Prevención del Accidente Cerebrovascular que se recordó el viernes pasado, la Sociedad Neurológica Argentina informó que cada cuatro minutos se produce en el país un ACV, pero sólo uno de cada cuatro individuos recibe la atención necesaria para salvar su vida o atenuar sus consecuencias. De acuerdo con las estadísticas, en la Argentina se registran 130.000 casos por año y constituye la segunda causa de muerte (después del infarto de miocardio) y la primera causa de discapacidad severa. Se explicó que el mal es más frecuente luego de los 65 años, pero un 25% de los accidentes ocurre antes de esa edad y, en términos generales, la amenaza se duplica con cada década de vida luego de los 55. Este tipo de ataques se asocia con repentino y fuerte dolor de cabeza, náuseas y vómitos. Entre los factores de riesgo que aumentan la probabilidad de sufrir un ACV hemorrágico y que pueden evitarse figuran el tabaquismo, los anticonceptivos orales, el alto consumo de alcohol y de drogas ilegales.

Sería importante que desde el Estado se diseñara una amplia política de prevención, especialmente de las enfermedades que mayor mortalidad causan, así como de aquellas que parecían "olvidadas" y han vuelto a resurgir. La educación en todos los niveles y ámbitos es un buen punto de partida. Se podría pedir que se sumen las obras sociales para que realicen controles de sus afiliados en sus lugares de trabajo y de paso, los concienticen, y que brinden prestaciones a quienes padezcan estas patologías raras. De ese modo, se daría un avance importante en el cuidado de la salud de la sociedad.